En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

22 noviembre 2006

51 - Biografía


El hombre tomó con desconfianza el cuaderno que el joven periodista le alcanzaba orgullosamente, y leyó donde primero se posaron sus ojos:

…”Un hombre y su lucha interna por conocerse y al mismo tiempo por escapar de sí mismo…”

Arrojó el cuaderno sobre la mesa, con desagrado, y le preguntó al periodista, que había cambiado su expresión de orgullo por una de confusión:

- Decime, pibe… ¿Qué carajo es eso?

- S-su biografía, señor… - contestó el periodista, desconcertado – Hace más de un año que me reúno con usted para…

- Eso ya lo sé, pibe. – interrumpió el hombre – Me refiero… ¿esa es mi biografía, o un cuentito de hadas hecho por un periodista con acné?

El periodista sintió que le transpiraban las manos.

- ¿Sabés por qué no me negué a que escribieran sobre mí vos y otros imbéciles colegas tuyos?

- Eh… No… ¿Po-por qué?

- Por aburrimiento. – el hombre se levantó de la silla y caminó por el cuarto – Los días son muy largos en una cárcel, pibe. – posó su mano en una de las paredes del cuarto - ¿Vez esta mancha de humedad? Está en todos lados. En este lugar, no hay nada que brille. Todo es un asco: camas de cemento, comida con gusanos, el olor a mierda de tus compañeros de celda… - suspiró, cansado – Los mejores momentos acá dentro son cuando conseguís algunos cigarrillos… Es difícil de explicar… Los cigarrillos son algo que te conecta con el allá afuera, con los buenos viejos tiempos, ¿entendés?

Miró al periodista. Este tomaba nota febrilmente.

- Che, pibe… ¿Vas a escuchar, o a seguir escribiendo pelotudeces?

El periodista dejó su lapicera con timidez. Después, pensativamente, le preguntó al hombre:

- A qué se refiere con “los buenos viejos tiempos”?

El hombre sonrió.

- Ya sabés. Los tiempos en que mi presencia en las calles aterrorizaba a las ciudades.

- Un momento… - dijo el periodista, confundido - ¿Eso significa que usted añora los tiempos en que robaba, violaba y mataba?

El hombre volvió a sentarse. Irónicamente, le dijo al periodista:

- Cómo se nota que nunca me escuchaste verdaderamente… Quizá fui un mal interlocutor…

Se quedaron un rato en silencio. Después, el hombre apoyó los codos en la mesa, y dijo:

- Acercate, pibe.

- ¿Perdón? – preguntó este, desconfiado.

- Dale, acercate. No te voy a matar. Me siento demasiado cansado para eso. Vamos, quiero contarte un secreto.

Atemorizado, el periodista acercó su rostro. El hombre le habló al oído, en un susurro gélido y aterrador:

- No tengo una lucha interna conmigo mismo. No me arrepiento de nada de lo que hice. Si saliera hoy mismo, lo primero que haría sería matar a un maldito banquero, violar a la puta de su mujer, y arrojar por la ventana a su consentido hijo. Pibe, abrí bien las orejas: si querés conocer la maldad pura, sólo tenés que mirarme a los ojos.

El periodista tragó saliva, y alejó su cabeza lentamente, sin atreverse a levantar la mirada. El hombre sonrió y se levantó.

- Bueno, suficiente por hoy. Ya podés ir a cambiarte los pañales. – dijo mientras le golpeaba la puerta al guardia. Antes de salir, agregó – Si vos y tus colegas quieren escribir algo acerca de mí, escriban algo verdadero. No quiero que mi biografía sea Blancanieves. Sean sinceros… Yo lo soy.

El hombre salió riendo. El periodista tomó su cuaderno, con el estómago revuelto, y leyó una parte cualquiera:

…” Los vagos recuerdos de una infancia feliz”…

Después se levantó y se fue de la cárcel, buscando por las calles un cesto de basura.

03 noviembre 2006

50 - El Amante

Cuando la bala atravezó la cabeza del taxista justo por entre medio de sus ojos, para luego romper el vidrio trasero del taxi, supe que mi muerte sería muy distinta a como la habia imaginado.

No sería de un infarto a los cien años, en la tranquila soledad de una cabaña en el bosque, con el viento azotando las ventanas escarchadas por la nieve, y conmigo junto al hogar de leña cálido y crepitante, tomando cognac de 50 años, escuchando Vivaldi, y mirando las fotos de mis amigos muertos hace ya mucho tiempo.

En el instante fugaz en que ví la membrana mucosa gris escurriedose por el agujero en la parte trasera de la cabeza del taxista, mientras sentía mi cara salpicada de su sangre caliente; en ese instante supe que todo sería diferente.

Observé hacia adelante, y parado frente al taxi, con un sobretodo grís y con el rostro chorreando el agua de la intensa lluvia, estaba parado un hombre, apuntando con un arma hacia el taxista ya muerto, mirándolo aturdida y fijamente.

No conocía a ese hombre; no lo habia visto jamás en mi vida. Pero sabía quien era. Era obvio, elemental.

Recordé la voz de ella saliendo a travéz de sus labios pintados de un carmín intenso, en la cama de la habitación de un hotel bañada en luz anaranjada.

Aquellas palabras, que ese día había ignorado, ahora se presentaban ante mí nítidamente, en el recuerdo de esa pausa de sexo, en ese momento de transpiración, húmedo agotamiento, y humo de cigarrillos.

- Tengo miedo - me habia dicho ella - Mi marido es muy violento.

El hombre ahora me apuntaba a mi, con los ojos inyectados y la boca deformada en una expresión de furia.

Tenía el tiempo justo y necesario para arrepentirme, para creer en el Dante y su Purgatorio.

Pero no lo hice. Todo lo contrario.

Sonreí, guiñándole un ojo.

Una vena asomó en su frente. Los músculos del cuello se le tensionaron. Disparó.

Antes de morir, antes de que la bala tocara mi cuerpo enlanzandome con la oscuridad eterna; en ese instante interminable me ví a mi mismo, viejo, mirando caer la nieve a travéz de la ventana de una hermosa cabaña, con el sabor del cognac en mi boca, y las cálidas llamas del hogar danzando al dulce ritmo de Vivaldi.

Después de eso, ya no ví mas nada del mundo que conocí. No ví al hombre que no oponía resistencia cuando la policia lo arrestaba; no ví mi propio cuerpo acribillado por nueve balazos, inerte dentro del taxi; no vi mas nada de toda esta ciudad de nieblas y lluvia interminable.

Ví otra cosa.

Vi escritas unas palabras, con carácteres negros, en el dintel de una puerta, al mismo tiempo que oía los lejanos pero aterradores gritos de los demonios, que aguardaban por mi:

"¡Oh, vosotros, los que entrais, abandonad toda esperanza!"