En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

07 septiembre 2006

49 - El Guerrero





Aunque sabía que la batalla era inevitable, el hombre realizaba lentamente todas sus acciones, demorando lo máximo posible el momento de la confrontación.

Y no se debía a que era un cobarde, todo lo contrario.

Pero estaba solo en esta lucha.

Ni escudero ni compañero de armas. Absolutamente solo.

Y eso le pesaba mucho en su interior, le generaba autocuestionamientos.

¿Estaba equivocado en pelear? ¿Debía rendirse?

Todos los días se hacía esas preguntas.

Se afeitó, se duchó, se vistió y desayunó, todo al extremo máximo de la lentitud, hasta el último segundo posible.

Finalmente, se miró en el espejo del vestíbulo, respiró profundamente, tomó su arma y salió a la calle.

Al doblar la primera esquina, sus enemigos lo rodearon por todos los frentes:

Gente caminando como autómatas, con la mirada fija en sus celulares, mirando los mensajes de texto, mirando la hora, o mirando sin saber por qué.

Carteles de lencería femenina con modelos de rostros bordeando lo plástico, debido al bótox.

Negocios de comida rápida abarrotados por los mismos pseudo-zombies de los celulares.

El humo de los caños de escape brotando de las infinitas filas de autos en las avenidas, que se proclamaba como el reemplazante de la niebla, adornado por supuesto con el aguijoneante ruido de las bocinas.

Pantalones, zapatillas y remeras que valían la mitad de los sueldos promedio, y en algunos casos, el sueldo entero.

Shoppings tan altos que tapaban completamente la luz del sol, complementádonse con el humo de los caños de escape, e instaurando así las tinieblas.

Afiches que empapelaban hasta el último rincón posible, publicitando programas de televisión vacíos de contenido, espectáculos extranjeros con entradas tan caras como las zapatillas, o aspirinas para el dolor de cabeza.

El hombre miró todo esto con el mismo asco y repulsión que lo invadía siempre al hacerlo (pero también con tristeza y lástima), se subió el cuello de su sobretodo, y acelerando el paso firmemente a través de las veredas minadas de colillas de cigarrillos, observó su arma.

Era un libro. Ray Bradbury: “El Hombre Ilustrado”.

Lo abrió en el cuento “La Mezcladora de Cemento”, y antes de ensimismarse en la lectura, se respondió a sí mismo la pregunta que se había hecho antes de salir de su casa, con la misma respuesta de todos los días:

No.