En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

29 diciembre 2005

07 - Mi Familia



Todo eso a lo que llaman caos, locura, ataques de pánico, Tsunamis o Sultán (el Rotweiller de Don Tito, el vecino de enfrente) es un poroto comparado con mi familia. Están todos del tomate. Y encima ahora estamos en fin de año, así que se ponen peor (debe ser por el calor). Es 31 de Diciembre, y son las nueve de la noche, y mi tío Pepe me manda a las apuradas al almacén de Doña Tota porque “sin picadita no es asado, viste pibe”. Voy de mala gana a comprar, pero en el camino me cruzo a Rebeca, mi profesora particular de matemáticas (es casada y tiene tres hijos, pero estoy enamorado de ella igual), entonces me alegro y nos quedamos charlando un rato. Le agradezco por enésima vez que me haya ayudado para poder aprobar en diciembre, y ella como siempre tan dulce me dice “No me debés nada, Juancito. Vos estudiaste mucho, te lo ganaste”, y yo me siento el rey del dolor por ser chico, por ese “cito” al final de mi nombre, en vez de ser un tipo grande, con guita, como el señor Pereyra, el vecino de la esquina, siempre tan bien vestido con sus trajes y manejando un Mercedes. Así sí que podría estar con alguien como Rebeca, viajar a París o Barcelona, felices, caminando de la mano por las calles, y yo me moriría de amor con sus sonrisas, sus ojos y su perfume, tan puro como los jazmines en primavera… Pero ahora vuelvo en sí de mí soñar despierto porque Rebeca se tiene que ir a cenar con su familia, y yo también tengo que volver rápido para salvarme de las puteadas de mi tío. Me despido de Rebeca y voy corriendo hasta mi casa. Entro, y ni bien cierro la puerta y doy ocho pasos (¡OCHO SIMPLES PASOS, DIOS!), ya están recriminándome: “A ver…no, nene, este salamín esta duro. ¿Qué te digo siempre de los salamines, eh?” (Mi tío). “No compraste jabón, no compraste jabón, ay Dios, ¿y ahora? ¿Y ahora que hago? Yo no ceno sino tengo las manos limpias, no, no, deberías saberlo, pendejo, deberías. ¡Ay Dios, no!” (Carolina, mi hermana mayor). “Pero este vino es berreta, Juan, ¡andá ya mismo a cambiarlo” (Mi viejo). Y así todos. Salgo de vuelta a la calle, abrumado, hacia el almacén, y paso por la casa de Rebeca, y la veo por la ventana, cenando con su familia, todos riendo, contentos. Y yo me pregunto cuando viviré ese momento, ese momento en particular donde todo es paz y felicidad, y no tenga esa desesperante sensación de querer salir corriendo a cualquier lado, al Congo, que se yo, adonde sea mientras esté bien lejos de mi familia.

1 Comments:

Blogger luciérnaga said...

Las familias tienen tanto en comúnde un caos para volverte loco de atar, me encantan tus historias.

26/1/07 12:55 a. m.

 

Publicar un comentario

<< Regresar a la página anterior