En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

22 junio 2006

47 - Una y Otra Vez




La luz mercurial de la luna llena iluminaba la habitación revuelta, desordenada y sucia.

Libros de Bukowski, Dylan Thomas y Chuck Palahniuk se amontonan en una mesa.

La biblioteca la ocupaban una variedad incontable de bebidas alcoholicas, de muy buena calidad.

En la televisión, la película “Crash”, de David Cronemberg, estaba en mute.

En el equipo de audio, Morphine sonaba estrenduosamente. La canción: “Super Sex”.

El hombre salió del baño, recién duchado y completamente mojado, y sacó un toallón impecablemente limpio del placard, que tenía por todos lados fotos de mujeres, todos con un número escrito con fibrón indeleble, salvo una, y se secó aplicadamente.

Tomó la caja de cigarrillos de la mesita de luz, encendió uno, y se quedó contemplando un buen rato su desnudez en el espejo, en gran parte cubierta de tatuajes, con gran satisfacción.

Un teléfono sonó en algún lugar de la habitación. El hombre lo buscó rápidamente, y lo encontró bajo la cama. Atendió.

Era Susana, la mujer con la que tenía que encontrarse esa noche.

Que feo nombre: Susana.

Pero era toda una perra que cogía como los dioses, a pesar de ser una cuarentona en la típica bancarrota emocional por no haberse casado y tenido hijos, y más allá de ser una putita en la cama, en el fondo era un ángel gris, una mujer con ojos de perro triste, de perro sin amo, y aullando bajo la lluvia.

Pero no pensemos en esto, se decía el hombre a sí mismo mentalmente mientras arreglaban el lugar del encuentro, sólo pensá en cuatro letras:

P –U- T- A

El hombre sonrió mientras se despedía de Susana. Esos pensamientos eran su placebo, su salvavidas, su ceguera voluntaria.

Se vistió con un buen traje italiano que le regaló otra de sus amantes, la número 17, revisó su billetera: dos billetes de diez y uno de cinco pesos.

Se estaba quedando sin cash. Tendría que visitar a la 28.

Pero igual no se preocupó. Susana también tenía una buena posición económica, ella pagaría la cena y el hotel.

En un elegante bolso de cuero negro (regalo de cumpleaños por parte de la número 55), guardó tres cajas de preservativos, un gel lubricante, anfetaminas, gillettes, una lapicera, una libretita, y antes de guardar el fibrón indeleble (lo usaba para escrachar trenes, subtes, colectivos y cualquier lugar público, siempre con la misma frase: INTO THE VOID), escribió en la foto de Susana (la que faltaba numerar) el número correspondiente: 73.

Antes de salir del departamento, se dirigió a la biblioteca, y tomó un buen trago de vodka (un verdadero néctar de los dioses, cortesía de la número 32), y dio un suspiro de satisfacción, o quizá de desahogo.

Mientras cerraba la puerta con llave, pensó, como pensaba siempre antes de una cita, si en verdad era un hijo de puta, como le había dicho hace tiempo la número 1.

Se respondió también lo que se respondía siempre ante esa pregunta, y era lo que le había dicho la número 13: “Puede ser, pero… ¿A quién le importa?”

Sonrió, encendió otro cigarrillo, y se fue caminando a paso tranquilo, seguro, con la mirada de un ganador nato, de un hombre que es dueño de las divisas de la libertad para jugar con las mujeres, a su entero antojo, una y otra vez.