En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

22 diciembre 2006

55 - Vacaciones






DIA UNO:


Al bajar del avión, el sol brasileño me recibió cálido y radiante.

Eran mis primeras vacaciones en cinco años, y verdaderamente estaba entusiasmado.

Tomé un taxi y me dirigí al hotel.

Si estuviera en buenos aires, sin duda que estaría anotando las cosas que me llamaran la atención de las calles, para utilizarlas de musas en futuros cuentos.

Pero aquí, sentado en el taxi, y recorriendo las calles de Río de Janeiro, me limitaba sólo a observar.

En los últimos años no había hecho otra cosa más que escribir, y si bien había dado sus frutos, me sentía muy agotado mentalmente.

Así que me simplemente me relajé y observé, como un turista bobo, y me puse los anteojos de sol, vedando a mi perspicaz mirada de su manía de calar profundo en los detalles.

Llegué al hotel, que estaba frente a una playa, y me bajé del taxi sacándome los anteojos y mirando hacia el mar.

Puro, fresco y cristalino, me aguardaba.

Un suave y cálido viento me movió los cabellos antes de entrar al hotel, en donde me recibieron con todos los honores.

Subí a mi habitación, un cuarto muy bien iluminado, espaciosa y con vista al mar.

Desde allí pude ver a las hermosas mujeres brasileñas caminando por la playa, con movimientos felinos.

Observé la cama de dos plazas en donde había abierto mis valijas. Esperaba pronto que una de esas mujeres se enredara conmigo entre esas sábanas.

Me cambié, notando la increíble palidez de mi piel, y lo mucho que había bajado de peso.

Meses encerrado detrás de una máquina de escribir pueden deteriorarlo a uno enormemente.

Pero no me importó. Bajé despreocupado por el ascensor, sabiendo que pronto el sol broncearía mi piel.

- Garotas… ¡Ahí voy! – dije, en la puerta del hotel.

Mientras esperaba que unos autos pasaran para cruzar la calle, vi que en la mitad de la misma brillaba algo.

Cuando los autos pasaron, me acerqué al objeto.

Era una foto.

La levanté y observé: una chica, de más o menos unos 17 años, estaba retratada en ella.

Tenía la cabeza un poco gacha y de perfil hacia la cámara. Un mechón le caía sobre el rostro, al igual que una lágrima mezclada con el negro del delineador caía sobre su mejilla.

Miré el reverso de la foto. Había algo escrito:



Atormentado com o fim, nada dá certo pra mim, Nem quero mais tentar, Disolado e assustado eu não quis te procurar… Não posso consertar…


Yo no sabía hablar portugués, pero esas palabras me transmitieron una inmediata tristeza.

Un auto me tocó bocina para que me corriera de la calle. Me dirigí hacia la playa observando la foto, observando esa lágrima negra inmortalizada para siempre, al igual que esa hermosa chica.


DIA DOS:


El médico me dijo que aplicándome la crema, en unos días estaría bien, y que haciendo dieta y tomando la medicación correctamente, el dolor de cabeza y los vómitos se irían pronto.

Tan concentrado me había quedado del día anterior con la foto, que me había olvidado de ponerme la pantalla solar, y ahora tenía la piel roja y ardiente, además de una terrible insolación.

Acostado en la cama con una bolsa de hielo en la cabeza, ya no me sentía tan feliz como el día anterior.

Y no se debía ni a la piel ardiendo ni a la migraña.

Nada de eso.

Me había dado cuenta que esa foto me había atrapado.

Aunque hacía un enorme esfuerzo, no podía dejar de pensar en ella.

¿Quién era esa chica?

¿Por qué lloraba?

¿Su novio la había fotografiado?

¿Qué significaba lo que estaba escrito?

Ya no podía pensar en la arena, el sol, la playa y las garotas.

Tenía mis pensamientos enmarañados nuevamente por el canto de las musas.


DIA TRES:


Había cerrado todas las persianas del cuarto del hotel.

No quería que ningún ruido me perturbe.

Si bien la máquina de escribir que me habían conseguido no era muy buena, traté de concentrarme en la historia.

Apoyada en un pequeño florero junto a la máquina, estaba la foto.

La observé detenidamente. Respiré hondo. Comencé a tipear.

Pero inmediatamente me detuve.

Algo no estaba bien.

Algo pasaba.

Miré a mí alrededor, y las paredes de la habitación, pintadas de un alegre color celeste, me dieron la respuesta.


DIA CUATRO:


Miré el reloj: 19:40.

Hacía seis horas que estaba escribiendo.

Pero valía la pena. La historia iba cobrando forma.

Tipeé algunas palabras más, sólo par escuchar ese sonido tan familiar, tan mío…

Me levanté del escritorio y fui hasta la cocina.

Abrí la heladera y tomé una cerveza. Junto a ella, había un limón, y un queso que debería tirar pronto, si no quería verlo agusanado.

Le di un trago a la cerveza, mientras observaba por la ventana: el cielo contaminado; la gente apresurada; el mendigo de la esquina, inerte en su inactividad acaracolada; los bocinazos…

En el departamento de arriba, grunge.

En el de abajo, cumbia.

Ah… las ambivalencias cotidianas de Buenos Aires….

Observé las manchas de humedad de las paredes de mi departamento.

Sonreí.

Estaba de nuevo en casa.





1 Comments:

Blogger Manuel Miranda said...

En mi caso me estoy tomando par de años sabaticos en Venezuela, la piña se me puso agria en Dominicana y el stres llegaba a Ganimedes.

Saludos Argentina!!!

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21/1/07 6:04 p. m.

 

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