En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

13 diciembre 2006

52 - La Visita





Si bien sabía que no iba a despertarlo, Dorothy entró en puntas de pie al cuarto, y con igual cuidado se sentó en el sillón y apoyó en una mesita de junto el vaso de té helado con limón, cuidando también de que los hielos no tintinearan.

Ya cómodamente establecida, observó cómo Charles, el único hombre en el mundo al cual amó y amaba, dormía plácidamente en la cama de dos plazas de su cuarto.

Dorothy adoraba ese momento más que cualquier otro, más aún que leerle cuentos antes de dormir a Kevin, su hijo con Charles, ya que a este lo tenía a su lado todos los días, mientras que Charles no estaba nunca, y cuando venía a la casa, lo hacía sin avisar, y muy pocas veces en el año, como lo había hecho hoy por la mañana.

Dorothy estaba lavando las sábanas de su cama en el patio trasero, mientras Kevin intentaba en vano encestar la pelota en el aro de básquet, cuando el claxon de un camión sonó fuertemente en el frente de la casa.

- ¡Papá! – gritó Kevin alegremente, corriendo hacia allí.

- Charles… - dijo suavemente Dorothy, y después de que su mirada se quedara suspendida un instante en el aire, repleta de felicidad, se apresuró a colgar las sábanas, para que el hermoso sol de verano las secara rápidamente.

- Pero miren quien viene aquí… - dijo Charles, bajando del camión con dos bolsas, una con comida y otra con regalos para Kevin – El futuro Larry Bird.

Kevin abrazó fuertemente las piernas de su padre.

- ¡Te extrañé, papá!

- Yo también, hijo. Yo también.

Después Kevin soltó a su padre, y agachando la cabeza avergonzado, le contó:

- Aún no llego a anotar… pusiste el aro demasiado alto…

Con una de sus grandes manos, Charles tomó suavemente el mentón de su hijo, para que este lo mirase. Kevin subió la cabeza, y vio, allá en las alturas, como los macizos y blancos dientes de su padre resplandecían al sol mientras este le decía:

- Cuestión de entrenamiento. A la tarde jugaremos, y ya verás que podrás hacerlo.

Del rostro de Kevin desapareció todo rastro de vergüenza. Adoraba jugar con su padre.

Luego se encaminaron hacia la casa, mientras Kevin revisaba ansioso la bolsa llena de juguetes, golosinas e indumentaria de básquet.

Apoyada en el marco de la puerta, Dorothy los aguardaba.

- Hola Charles – le dijo, tratando de disimular un poco tanta alegría.

- Hola Dorothy – le dijo este, besándola en la mejilla – Ese peinado te queda hermoso.

Después Charles entró en la casa, seguido por Kevin.

Dorothy lo hizo segundos después, cuando se aseguró que el corazón no se le iba a escapar del pecho.




Mientras Charles y Kevin miraban en la TV la repetición de la aplastante victoria de Chicago Bulls a Utah Jazz de la noche anterior, por las finales de la NBA, Dorothy puso rápidamente manos a la obra, y en un santiamén la casa se llenó con los maravillosos olores de las comidas favoritas de Charles.

Un rato más tarde, este le daba golpecitos a su panza, suspirando satisfecho.

Dorothy y Kevin, ambos con los mentones descansando en sus manos, observaban a Charles con una mirada que era una mezcla de felicidad, admiración y satisfacción.

Charles también los miró, y con una mano despeinó alegremente a Kevin, y con la otra tomó la mano de Dorothy, y le dio un beso.

- Estoy muy feliz de volver a verlos.

Ambos sonrieron desbordantemente. Amaban escuchar esas palabras.




Dorothy tomó el vaso y dio un pequeño sorbo de té helado. En la habitación contigua, Kevin al igual que su padre, también dormía plácidamente, después que este le contó de sus viajes con el camión por todo el país, de las personas que conocía, de los diferentes colores de la tierra y el cielo, los aromas del viento, y los esplendidos amaneceres.

Dorothy le dio otro sorbo al té, y suspiró relajada.

Era una mujer muy activa y nerviosa, siempre preocupada por los quehaceres domésticos y por Kevin.

Nunca se permitía un segundo de descanso.

Salvo en estos momentos, cuando Charles regresaba.

Le complacía tanto verlo dormir tan profundamente, tan cómodo…

Sabia por familiares y amigos de Charles que este nunca podía conciliar bien el sueño. Tenía pesadillas, se movía constantemente, sufría de insomnio bastante seguido…

Pero cuando estaba en esta casa, durmiendo en esa grande y cómoda cama, parecía un bebé.

Dorothy sabía que en una hora, más o menos, Charles despertaría para jugar al básquet con Kevin, así que se levantó despacio del sillón, se recostó delicadamente en la cama, apoyó suavemente su cabeza en el pecho de Charles, escuchando el tranquilo ritmo del corazón; llenando su nariz con el olor del hombre a quien amaba.




- ¡Vamos! ¡Otra Vez!

- ¡No puedo, papá! ¡Está demasiado alto!

- ¡No importa! ¡Intentá de vuelta!

Kevin tiró otra vez. La pelota apenas llegaba a rozar la red del aro de básquet.

- ¿Vez? ¡No puedo! ¡Vamos, papá, bajá un poco el aro!

- No.

- Uf… ¿Por qué?

Charles se acercó a su hijo, y apoyando una de sus manazas en el hombre de Kevin, le dijo:

- Hijo, en la vida vas a encontrar desafíos que van a estar mucho más alto que ese aro. Y algunas veces, sólo vas a tener una sola oportunidad, un solo tiro. Tenés que dar el mejor esfuerzo, Kevin. En todo lo que hagas. Siempre. ¿Entendido?

- Si – dijo Kevin sonriendo mientras observaba el aro, comprendiendo la lección de su padre.

- Pero por hoy… - dijo Charles, tomando a Kevin de la cintura, y levantándolo en el aire – Sólo por hoy, haremos una excepción. ¡Tirá!

Kevin rió alegremente en las alturas, e hizo un excelente tiro, que entró limpiamente en el aro, sin tocar sus bordes.

- ¡Anotación! ¡Si! – dijo Kevin, con los puños en alto.

- ¡Muy bien! – dijo Charles, bajándolo y contemplándolo con orgullo.

Su hijo estaba creciendo sano y fuerte. Pronto sería un gran muchacho.

Después entraron a la casa. Dorothy los aguardaba con una deliciosa torta de chocolate.




El sol se ocultaba en el horizonte.

Dorothy y Kevin, tratando de disimular la tristeza, miraban hacia el césped, a los árboles o a las flores; a cualquier cosa menos a ese camión gigante, en donde ahora Charles guardaba un bolso repleto de comida que le había preparado Dorothy para el viaje.

Ese camión que se llevaría nuevamente a Charles, quitándoselo a ellos para entregarlo a las rutas silenciosas, a las nuevas ciudades por descubrir.

Charles bajó del camión y fue hacia ellos, a despedirse.

- Bueno – dijo, incómodo – Es hora.

- Así es – dijo Dorothy.

Kevin no dijo nada. Sólo observaba cómo los tres hacían círculos con los pies en el césped, con las manos en los bolsillos.

Charles besó a Dorothy en la mejilla, con delicada ternura. A Kevin le acarició el pelo.

- Los veré pronto –dijo Charles. Dar media vuelta y dirigirse al camión le costó un esfuerzo enorme.

Arrancó con un rugido feroz, y se alejó lentamente, mirando por el espejo retrovisor a Kevin y Dorothy, que lo despedían tímidamente con la mano.



Esa noche, Chicago Bulls volvía a jugar con Utah Jazz, pero Kevin no quiso ver el partido. Apenas probó su cena, y subió a su cuarto, en donde se quedó largo rato viendo la luna llena, redonda y brillante, acodado en el marco de la ventana.

Pero de tanto mirarla, esta le recordó a una pelota de básquet, así que cerró la ventana, e intentó dormir, aunque le resultaba imposible.

Dorothy lavó los platos, echó llave a las puertas, apagó todas las luces y subió a su cuarto, tratando de pensar en las cosas que debía comprar mañana en el supermercado.

Pero cuando se puso el camisón y se acostó en la cama, vio que el colchón conservaba la forma del cuerpo de Charles, y hasta su tibieza.

Entonces tomó una almohada y bajó hasta el living, pero Kevin le había ganado de mano: estaba acostado en el sofá.

- ¿Vos tampoco, mamá? – le preguntó Kevin a su madre, que se acercaba lentamente, con los ojos tristes iluminados por la luna.

- Yo tampoco – le contestó Dorothy, sentándose en la alfombra, al lado de su hijo.

- Contame un cuento – le pidió Kevin – Quizá así me pueda dormir, y vos también.

- Está bien. Pero nada de viajes ni de aventuras, ¿de acuerdo?

- Absolutamente.

Dorothy comenzó a narrar, a improvisar un cuento. Como bien le dijo a su hijo, uno que no hablara ni de viajes ni aventuras.

Uno que les permitiera dormir, sin pensar demasiado, sin sufrir demasiado.

Al menos, hasta el día siguiente.