En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

01 junio 2006

44 - El Último Baile




La bailarina en la oscuridad danzaba, se movía libremente, con una velocidad, precisión y técnica tan perfectas, que se podría afirmar que su madre tenía razón cuando, de niña, le dijo en la entrada de la escuela de danza:

- Vos naciste para esto, recordalo siempre. No me decepciones.

No me decepciones.

Nomedecepcionesgordaasquerosacobardeincapaz
malcriadadignadeverguenzapateticaimperfecta.

Gorda.

Imperfecta.

La bailarina se detuvo en seco, y miró hacia las butacas vacías, que era de donde provenían esos gritos y susurros que le provocaban temblores.

Extendió sus brazos hacia el público invisible. Se podía ver los múltiples cortes en los antebrazos, recientes y sangrantes.

La bailarina dejó de temblar, levantando su cabeza con altivez, y le habló al teatro desierto, con suma convicción:

- No necesito sus reprobaciones verbales. Como verán, yo misma soy capaz de castigarme para no olvidar mi meta en esta vida: la perfección.

El teatro seguía en silencio. La bailarina continuó:

- Hoy debía ser un día de celebración para mí: he llegado a los cuarenta kilos. Pero me he mirado en el espejo, y aún estoy… y aún est-estoy… g-gorda.

Volvió a sentir que su cuerpo le temblaba, y escucho las voces.

Gordaasquerosadespreciableincapazinperfecta.

- ¡No! – gritó la bailarina – Soy perfecta. ¡Lo soy! Y voy a demostrárselo a todos ustedes, ciegos monstruos inferiores.

La bailarina volvió a moverse por todo el escenario aún mas maravillosamente que antes, demostrando toda su enorme capacidad.

Con los ojos bien cerrados, giraba sobre sí misma, contorsionaba el cuerpo, daba saltos asombrosos, que parecían mantenerla en el aire.

Se sentía verdaderamente libre después de haber estado internada en ese asqueroso mundo de pánico y locuras, en donde recibía ese indigno tilde: Anoréxica.

No tuvo otra opción que mentir y comer para poder salir de la clínica.

Inmediatamente después de eso, se escapó de su casa, y se fue a vivir con su profesor de danza y amante, Alexander.

Oh, Alexander… El fabricante de estrellas, el hacedor de sueños… dijiste que me harías famosa y mentiste, porque tú también eres ciego como los demás. Pretender que engor-engorde, porque me puedo morir de lo flaca que estoy, si, claro; y volver a verme así otra vez, tan vulgar, tan patética. No, jamás. Lo lograré yo sola, no necesito de nadie.

La vida es un milagro. Hizo de mi, alguien insignificante, una bailarina perfecta.

Si debo pagar ese milagro con mi vida, lo haré. Y así serviré de ejemplo para otras bailarinas que deseen superarse.


La bailarina danzaba, emocionada de sí misma, con lágrimas en sus ojos insanos, que corrían por sus ojeras hasta las inexistentes mejillas, y caían en el piso, mezclándose con la sangre que le manchaban los pies descalzos.

Al verla, uno podría decir que era un ángel, con las alas del deseo abiertas de par en par, elevándose cada vez más alto.

O bien podría pensar que era la mismísima Muerte, danzando dentro de un cuerpo esquelético y flagelado infinitamente.

De repente, al lograr el salto mas alto que había hecho jamás, escuchó la canción con la que su madre la hacía ensayar de niña: “Rapsodia en Agosto”.

Con esa canción, su madre se había quebrado el pie en una audición, y nunca más había podido bailar.

La bailarina sonrió al recordarlo. Pero más aún al ver que el escenario se iluminaba, la iluminaba ahí, suspendida en el aire, mientras el público comenzaba a aplaudirla.

Después de ese instante eterno, cayó al piso, sin vida, prácticamente sin hacer el menor ruido.

Quizá, el que haría una hoja seca en otoño, al caer de un árbol.