En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

03 noviembre 2006

50 - El Amante

Cuando la bala atravezó la cabeza del taxista justo por entre medio de sus ojos, para luego romper el vidrio trasero del taxi, supe que mi muerte sería muy distinta a como la habia imaginado.

No sería de un infarto a los cien años, en la tranquila soledad de una cabaña en el bosque, con el viento azotando las ventanas escarchadas por la nieve, y conmigo junto al hogar de leña cálido y crepitante, tomando cognac de 50 años, escuchando Vivaldi, y mirando las fotos de mis amigos muertos hace ya mucho tiempo.

En el instante fugaz en que ví la membrana mucosa gris escurriedose por el agujero en la parte trasera de la cabeza del taxista, mientras sentía mi cara salpicada de su sangre caliente; en ese instante supe que todo sería diferente.

Observé hacia adelante, y parado frente al taxi, con un sobretodo grís y con el rostro chorreando el agua de la intensa lluvia, estaba parado un hombre, apuntando con un arma hacia el taxista ya muerto, mirándolo aturdida y fijamente.

No conocía a ese hombre; no lo habia visto jamás en mi vida. Pero sabía quien era. Era obvio, elemental.

Recordé la voz de ella saliendo a travéz de sus labios pintados de un carmín intenso, en la cama de la habitación de un hotel bañada en luz anaranjada.

Aquellas palabras, que ese día había ignorado, ahora se presentaban ante mí nítidamente, en el recuerdo de esa pausa de sexo, en ese momento de transpiración, húmedo agotamiento, y humo de cigarrillos.

- Tengo miedo - me habia dicho ella - Mi marido es muy violento.

El hombre ahora me apuntaba a mi, con los ojos inyectados y la boca deformada en una expresión de furia.

Tenía el tiempo justo y necesario para arrepentirme, para creer en el Dante y su Purgatorio.

Pero no lo hice. Todo lo contrario.

Sonreí, guiñándole un ojo.

Una vena asomó en su frente. Los músculos del cuello se le tensionaron. Disparó.

Antes de morir, antes de que la bala tocara mi cuerpo enlanzandome con la oscuridad eterna; en ese instante interminable me ví a mi mismo, viejo, mirando caer la nieve a travéz de la ventana de una hermosa cabaña, con el sabor del cognac en mi boca, y las cálidas llamas del hogar danzando al dulce ritmo de Vivaldi.

Después de eso, ya no ví mas nada del mundo que conocí. No ví al hombre que no oponía resistencia cuando la policia lo arrestaba; no ví mi propio cuerpo acribillado por nueve balazos, inerte dentro del taxi; no vi mas nada de toda esta ciudad de nieblas y lluvia interminable.

Ví otra cosa.

Vi escritas unas palabras, con carácteres negros, en el dintel de una puerta, al mismo tiempo que oía los lejanos pero aterradores gritos de los demonios, que aguardaban por mi:

"¡Oh, vosotros, los que entrais, abandonad toda esperanza!"