En este Blog podran ver varios de mis cuentos que posteo permanentemente en los Talleres De Escritura de Psicofxp y Foro Metrópolis. Espero que los disfruten tanto como yo. See Ya!!!

26 mayo 2006

43 - Discurso Apócrifo De Malcolm X








El hombre iba y venía por el escenario, que temblaba ante la dureza de cada paso, pero que más temblaba por el poder de su voz. Todos escuchaban atentamente.

- Mi abuelo murió feliz en la cárcel ¿Saben por qué? Porque se dio el gusto de matar al jodido blanco que era su dueño cuando era esclavo. Siempre me mostraba su espalda. Era un mapa de cicatrices, una lista de heridas escritas con latigazos. “Le meteré una bala por cada cicatriz que me hizo”, juró mi abuelo. Y así fue. El juez que lo condenó era blanco. Se imaginarán la cara de orgullo que tenía al condenar a perpetua a un negro que mató de veinticinco balazos a otro maldito blanco como él.

El público hizo un “Ohhh” al escuchar la cantidad de balazos. Entre ellos, había una chica de diecisiete años, con la cara llena de moretones. El hombre la hizo subir al escenario.

- No sientas vergüenza, Tina – dijo el hombre al verla bajar la cabeza – Estas entre hermanos. Vamos, háblame de ti, a mí y a todo el público. Dinos, ¿qué es lo que sientes?

Tina subió la mirada. La tenía llena de lágrimas y furia.

- Siento el pecho perforado y vacío, el alma pisoteada – dijo Tina.

- ¿Y por qué? – preguntó el hombre.

Tina tragó saliva. Le temblaban los labios.

- Porque… un grupo de hombres… blancos… me violó y golpeó – dijo, con la voz quebrada, sin poder seguir.

El hombre la tomó de los hombros, y miró al público.

- ¿Ven? – les dijo – Esto es lo que hacen los blancos, esta es su esencia. Destruir todo lo bueno y puro, aplastar lo que no es miserable como ellos.

El hombre se acomodó el sombrero y los anteojos, y miró fijamente al público, con las manos enguantadas tomando las solapas de su sobretodo negro.

- ¿Queremos realmente que ellos sean nuestros hermanos? – preguntó.

- ¡No! – gritó fuertemente el público.

- ¿Queremos que caminen por nuestras veredas, que vivan en nuestras ciudades, o siquiera que nos miren a los ojos?

- ¡No! – gritó la muchedumbre.

- Muy bien, hermanos – dijo el hombre, satisfecho – Veo que sus ojos y corazones comprenden, más allá de los que otros proclaman sin cesar, que la paridad es un sueño lejano. Los negros y los blancos no tenemos nada que compartir.

El público miraba, con los ojos iluminados.

- Y yo, hermanos, yo vine a esta tierra a cumplir el oficio divino de comunicar esa verdad: ¡que el hombre negro y el hombre blanco jamás sean unidos!

- ¡No! – volvió a gritar el público.

- Tú, Jeremiah – preguntó el hombre a uno del público - ¿Qué es lo que comes?

- Como pan que no se vende – contestó Jeremiah – Pan que sobra y se tira.

- ¿Y tú, Toby, de qué trabajas?

- Limpio baños, señor – contestó Toby, tímidamente.

- Pues bien – dijo el hombre - ¡Que todas esas cosas las hagan los blancos! ¡Que coman nuestras sobras, que limpien nuestros baños, que besen nuestros zapatos!

- ¡Si! – el público deliraba.

- Y el blanco que se niegue, que lo traigan ante mí, y yo le enseñaré ¡Le abriré bien los oídos y le gritaré bien fuerte hasta que aprenda! ¡Me lo fornicaré con la palabra, porque soy el hombre del falo solar, que iluminará la cabeza vacía y hueca de los blancos!

- ¡Si!

- ¡Soy el hombre que lleva la verdad entre sus manos!

- ¡Si!

- ¡Soy Malcolm X, hermanos!

- ¡Bravo! – gritaban todos fervorosamente, aplaudiendo, mientras Malcolm X sonreía, transpirado, sintiéndose poderoso.